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EL JUEGO Y SU ROL EN LA CONFIGURACIÓN DE LA PAZ

JESSICA BOTERO HIGUITA

En nuestro presente, el juego a nivel mundial es reconocido como uno de los derechos fundamentales de los niños y las niñas; pero jugar, debería ser un derecho irrevocable de la humanidad entera. Esto teniendo en cuenta que nos ha acompañado en nuestras transformaciones individuales, sociales e incluso, ha sido posibilitador histórico de las construcciones culturales de los pueblos.

Cuando analizamos los juegos tradicionales de las comunidades alrededor de toda la tierra, nos damos cuenta de las sabidurías que se han configurado y trasmitido por generaciones enteras como parte de las identidades propias de cada colectivo humano. En ese sentido volver a la esencia del juego (sin importar la edad), es volver a la esencia de la vida de los territorios y sus habitantes, a muchos de los cuales la guerra les robó esa posibilidad ¡El juego nos ha juntado y la guerra nos divide!

El juego permite la conexión con el ser, el aquí y el ahora como forma de meditación natural.

Según la Corporación Juego y niñez (una de las organizaciones más reconocidas a nivel nacional por su amplia trayectoria y desarrollo en la materia): “El juego es una experiencia creativa, que permite vivir en forma placentera la interpretación y transformación de la realidad. Es una zona de libertad en constante cambio, donde tiene lugar la cultura y se desarrolla la imaginación. Se origina a partir de las relaciones consigo mismo, con los otros, con el entorno, con el espacio, con el tiempo y el uso de los objetos”. 

En esta definición se haya una amplia riqueza sociológica, que nos permite comprender esa experiencia creativa, como una estrategia fundamental y espontanea para la construcción de paces en el tejido o entramado comunitario. Si el juego permite la conexión con el ser, el aquí y el ahora como forma de meditación natural, además de posibilitar el reconocimiento de la otredad como parte y extensión de uno mismo y la coexistencia armónica con lo otro comprendido como entorno, naturaleza, espacio físico o territorio, entonces el juego aguarda en sus formas más simples y estructuradas, combinaciones extraordinarias para la construcción de paz como experiencia individual y colectiva, lo que nos advierte la inminente necesidad de darle un lugar protagónico en nuestras comunidades y en la vida cotidiana, volviendo a lo simple, a la esencia, a la raíz y al mero placer de jugar por jugar, sin sospechar si quiera que, cuando jugamos, estamos transformándonos y transformando al mundo.

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Jessica Botero Higita. Trabajadora Social, Facilitadora de procesos de paz- Asesora Junior Human Partner. 

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